—Si, papá, pero, ¿y esa?
Cada muñeca era exacta a la anterior. En el largo del pelo,
en la ropa, en la mueca del rostro.
—Papá, ¿y esa? —preguntó de nuevo Candela con los ojos
vivos, curiosos.
—Esa está rota, cariño, no es tan bonita como las demás.
Candela examinó la muñeca descartada por su padre. Era más
pequeña que las otras, estaba descalza y la camiseta que cubría su cuerpo, nada
tenía que ver con los vestidos de sus inertes compañeras.
Su padre cogió las tres muñecas restantes.
—Papá, ¿yo estoy rota? —preguntó Candela mientras su
padre cerraba la tapa del contenedorMaria Pámpanas
No hay comentarios:
Publicar un comentario