En una fecha como la de hoy quiero recordar y desear lo
mejor en su vida a los santos inocentes de carne y hueso: A todos aquellos que
sin comerlo ni beberlo pagan a diario las
consecuencias de las decisiones de alguien que está lejos de ellos y que no
tienen ni noticia de su existencia. También a aquellos que son capaces de
sobrellevar en sus propias carnes el sufrimiento que les acarrea el haber
protegido voluntariamente a otras personas, cercanas o desconocidas. Estos son
los santos o los imprescindibles, como diría Berthold Brecht.