lunes, 24 de diciembre de 2007

La noche más triste.

Lo hice, supongo, porque era la noche más triste del año y estaba aburrido de los jovencitos musculosos de siempre. Tumbado en el sofá, ebrio y resentido con mi destino, marqué el número habitual y decidí cambiar de plato: basta de chicos de gimnasio, me dije, hoy quiero un hombre.
Ignoro cuánto tiempo estuve durmiendo la mona, pero  cuando abrí los ojos estaba allí, embutido en su traje del color del pecado. Me lancé sobre él y, tras acorralarlo contra la mesa, desnudé sus glúteos blanquecinos, le besé repetidas veces mientras él chillaba poseído por la lujuria....
El timbre sonó después de varios orgasmos. En el umbral, un gordo con gorra nazi y traje de cuero sonreía:
- Hola, guapetón. Me envían de la agencia. Oye, ¿ese trineo con renos que hay aparcado junto a la puerta es tuyo? ¡Queda súper-entrañable!

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