Por Andoni Unzalu Garaigordobil (EL CORREO DIGITAL, 14/01/07):
Cuenta la Biblia que Yahvé castigó la arrogancia de los hombres confundiéndoles con múltiples lenguas de forma que no se entendieran. En nuestro caso es mucho peor; la irresponsabilidad de la clase política nos ha castigado confundiéndonos con un mismo idioma. Yo al menos ya no entiendo absolutamente nada. Las palabras han pasado a ser velos que ocultan la mentira. Se comenzó con el lenguaje creativo, sustituyendo las palabras que todos conocíamos por suaves sonidos que con un leve sopor aspiraban al reino de lo correcto; la independencia pasó a llamarse derecho a decidir; la incorporación de Navarra, territorialidad, y por encima de todos ellos han surgido dos tótem que han arrasado todo sentido común y racionalidad: diálogo y proceso.
Curiosamente, parece ser que quienes más reivindican el primero vienen a ser quienes menos lo practican, trasformándolo en un contumaz monólogo.
Sólo el hecho de que se haya podido producir esta mascarada del absurdo entre el asesino y su lacayo, terminando el primer acto con un comunicado alucinante, demuestra que el discurso político ha abandonado el mundo real para adentrarse en galaxias de alucinación. Porque es necesario recordar que, aunque haya recibido un rechazo general, el escrito de ETA sólo ha sido posible porque una parte importante del lenguaje ha sido asumido por otras fuerzas políticas. ¿Cómo pudo la portavoz del Gobierno vasco hacer las declaraciones que hizo el día 30, cuando aún humeaba Barajas, y decir que «no puede y no quiere dar por roto el proceso de paz»? Se ha llegado a personalizar el proceso. Se le trata en el lenguaje político como virgen vestal oculta en el templo sagrado.
Se inician discusiones bizantinas sobre quién ha apoyado más al proceso; hasta una insigne política dijo que iba a discutir con el ministro si se había alimentado suficientemente al proceso. Y se publicó la frase con naturalidad, sin entrecomillado o el aviso de (sic!) que advierte al lector de que aunque la frase desdeña lo racional, era realmente lo que pronunció la insigne política. Es la locura total.
El éxito que ETA ha obtenido con la bomba asesina de Barajas ha sido rotundo: han volado la política racional. La guerra de manifestaciones y lemas de estos días rompe cualquier esperanza de concordia y civilidad. Ibarretxe, ‘el Dialogante’, convoca él solo y, al parecer, con alevosía una manifestación por el diálogo. Y da comienzo el carnaval: el PSE dice que va, pero no del todo. Batasuna se lo piensa y un temblor recorre todos los partidos. ¿Todos? El lehendakari cambia pero dice que no ha cambiado. Al final Batasuna nos perdona y se retira. Casi se lo tenemos que agradecer. Y todo esto con otro asunto que se oculta pero que cada vez tiene mayor incidencia en la política antiterrorista: la guerra soterrada, sin cuartel, entre PP y PSOE por las elecciones de 2008. Peor no podíamos estar.
Se dice con frecuencia que ETA no tiene lógica. Lógica sí que tiene, aunque sea de una frialdad asesina. Pero cómo va a cerrar la tienda si nunca ha tenido victorias tan grandes. Nos lanzan a la plaza pública ese huérfano llamada proceso y nos imponen la obligación de mantenerlo. Inmediatamente nos enzarzamos en peleas de quién lo cuida mejor y, de paso, incorporamos al lenguaje del debate político prácticamente todas sus reivindicaciones.
Pero, sobre todo, la gran victoria de ETA con el proceso es hacerse con el poder de nombrar el siguiente presidente del Gobierno central o, más exactamente, el poder de que, si ellos lo deciden, Zapatero no salga elegido. Yo creo que nunca han soñado tener una prerrogativa así. La debilidad del presidente en esta coyuntura, si no busca con urgencia apoyos suficientes, y no lo parece, debiera preocuparnos seriamente.
Hemos vivido una semana de locura con manifestaciones que en vez de ir contra ETA montamos para ir unos contra otros. Después de la trifulca todavía no sabemos bien lo que ha sido la manifestación del lehendakari. ¿O va a resultar que los convocantes sí sabían y es mucho peor? Al final lo más importante no ha sido si Batasuna va o no va. Lo importante ha sido que la gente de la capucha ya nos ha mostrado que cuando cogen la batuta todos nos ponemos a pelear en el gallinero. Solamente la posibilidad de que los denunciados pudieran acudir a la manifestación en la que se les denuncia indica suficientemente que el lenguaje político ha saltado por los aires. Ha sido secuestrado por ETA y su entorno.
Una persona hay, sin embargo, que durante todo este tiempo está manteniendo, con gran valor y riesgo personal, un mínimo de coherencia institucional en sus mensajes: Josu Jon Imaz. Y viniendo de mí no es desde luego halago interesado. Yo le animo a que tenga valor y mantenga sus posiciones. Más de un vasco se lo vamos a agradecer, aunque tal vez tenga que decirse: ‘Guárdame de mis amigos que de mis enemigos ya me ocupo yo’.
Urgentemente debemos recuperar la verdad de las palabras. Debemos recuperar la claridad del lenguaje. Que los mensajes políticos sean entendidos sin ninguna duda interpretativa por todos. Lo que yo critico al presidente Zapatero no es que haya intentado negociar con ETA. Lo criticable es que no diga con claridad lo que quiere. Zapatero es de León, pero me parece a mí que debe ser de la frontera gallega, porque estos días no sé si va o viene.
Yo pediría a la clase política un ejercicio que no parece excesivo: olvidar, proscribir tres palabras, diálogo, proceso y conflicto. Para empezar, sólo este ejercicio. Y por favor, por favor, que no nos digan más veces, como programa de gobierno, que exigen que ETA desaparezca. A esa pregunta ya nos han contestado de forma reiterada. Lo que queremos saber es qué van hacer las instituciones para que, muy a su pesar, ETA desaparezca realmente.
Termino con una propuesta hecha desde el humor, ayuda imprescindible para superar tanto desconcierto. Propongo que, con la mayor solemnidad y de forma reiterada, se haga anuncio público de la instalación de dos números de teléfono. Serán dos aparatos de alta tecnología con filtros que sólo permitirán que pasen un mensaje convenido. Estarán estos aparatos custodiados día y noche por el CNI. A uno podrá llamar Batasuna a cualquier hora, y sólo se aceptará la frase, ’somos los de Batasuna: hemos decidido condenar el terrorismo de ETA’. El otro número sólo permitirá la recepción del siguiente mensaje, ’somos los de ETA: hemos decidido disolvernos y hemos dejado las armas en la cueva de Zugarramurdi’.
Entonces pondremos una mesa y negociaremos la construcción de un consenso de una sociedad vasca hoy hecha añicos. Mientras, debemos, ya mismo, programar nuestros móviles para que todas las llamadas de ese mundo sean rechazadas automáticamente por el sistema.
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