“Encendimiento pasajero del rostro, ocho letras, vertical”. “Vergüenza, no, no cabe”. Las tardes en la recepción tienen grandes lagunas que hay que vadear con radio y crucigramas. “Pudor, tampoco”. La música llenaba la oficina, vacía por lo demás. Siguió pensando. “Sonrojo... uf, por una”. Sonaron las señales horarias de las cinco y comenzaron las noticias. “A ver, piensa”, se dijo. Se miró las manos, buscando la palabra, mientras oía las declaraciones en inglés del presidente. “¡Si señor, bochorno!”, exclamó. La apuntó y comenzó a reír, leyendo la siguiente definición.
Enrique Ramírez López
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