Tras aquel primer encuentro en la pescaderia, tras aquel último encuentro en tu cama o en la mía, no recuerdo, desapareciste o desaparecí yo, lo mismo da, y sin embargo mantuve durante los días o incluso los meses siguientes tu imagen bien clara en mi retina. Más aún: Con el paso del tiempo tu recuerdo mejoró. Mi memoria es un curioso Photoshop que con el paso del tiempo te imaginaba más y más perfecto: Tus ojos tomaban un color cada vez más intenso (¿de qué color eran tus ojos?), tus besos cada vez más mullidos (¿eran gruesos tus labios?) y tu pelo cada vez más revoltoso (¿era la brisa del mar?). Esta misma mañana, tras todo este tiempo recordándote y deseándote en grado exponencial ascendente, el azar de la calle me ha llevado a cruzarme de nuevo contigo. Tu esperabas al 23 y mi semaforo estaba en rojo. Por eso te he podido observar despacio sin que te dieras cuenta, pero me has parecido realmente feo. Con el verde, he reaccionado acelerando a la velocidad del recuerdo.
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