San Antonios 25 años después. Markel y yo, casi en la cuarentena, nos hemos visto otra vez cerca de la plaza. Nos ha costado reconocernos. La vida no pasa en balde. Su marido Josep,… mis dos hijas; su carrera,…mis ligues; su casa en Almería y mi ultimo verano en Irlanda; nuestros intentos de cambiar el mundo; mi calle Santa María y sus chuletas del Insti; las bragas sucias de mi amiga Lore y sus ojos fijos en el paquete de Joseba; las torturas a lagartijas y grillos en el recreo; un paseíto y unos potes. Y entre Rioja y Rueda, un chispazo entre los dos y un imán nos llevan hasta la valla del Buenos Aires.
Subimos la cuesta, hurgamos junto a la verja y aún estaba allí. Lo abrimos y aunque parezca mentira, toda nuestra vida estaba escrita dentro.
Subimos la cuesta, hurgamos junto a la verja y aún estaba allí. Lo abrimos y aunque parezca mentira, toda nuestra vida estaba escrita dentro.
1984: Esa mañana se había inaugurado la escuela. El sol se estaba yendo a dormir y Markel y yo en el patio nos dábamos un beso agridulce, y con cuidado, enterrábamos la cápsula vacía de un huevo Kinder que nos comimos, de la que sacamos el camioncito con vergüenza, y donde habíamos metido dos papelitos arrebujados que cada cual escribió poniendo cómo sería el futuro.
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