jueves, 16 de abril de 2009

El taxi, como la vida misma,....

Eran novios recientes. Se miraban con ojos de novedad, y aún se hablaban para conocerse:
- Si todo sale bien, ese puesto será mío. Me lo he currado mucho, ¿sabes?
- Eres emprendedora, ¿eh? Mmmm. ¡Me gusta! - dijo él tomándola de la mano.
Ella desempeñaba el papel de la clásica mujer hecha a sí misma: independiente (vivía sola), ambiciosa, con personalidad; por otra parte sus miradas y sus gestos demostraban mantener el control de la situación: Le tenía rendido a sus pies.
Él, sin embargo, tendía más a la adulación. Trataba por todos los medios de ser el hombre perfecto: Cariñoso, sensible, romántico, detallista. Sin duda, había puesto muchas esperanzas en aquella cita.
Unas cuantas frases, caricias, besos, y semáforos después, y como para probarle, ella sacó de súbito el tema del machismo:
- Mi padre, siempre que llegaba a trabajar, se ponía a ver la tele. En casa nunca hizo nada. Mi madre, sin embargo, cuando llegaba a casa después del trabajo se ponía a limpiar, hacía la cena... ¿entiendes lo que quiero decir?
- Me estás hablando de otra generación. Las cosas han cambiado mucho...
- ¿Y mi hermano?, otro que tal... con 30 años no sabría ni hacerse un huevo frito. Te lo digo yo: los hombres tenéis mucha cara...
- Yo cocino muy... bien - se defendió él.
- También lo veo en mi curro, Carlos. Todos mis jefes son hombres: Y es que sigue habiendo mucho machismo...
Su postura había quedado bien clara. Sin embargo, al llegar (con el taxímetro marcando 12,35€) fue precisamente él quien me tendió un billete de 20€. Y ella, lejos de declinar su invitación, soltó:
- ¡No me has dejado pagar nada esta noche! Estás hecho todo un caballero...

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