La serpiente se quedó más gorda de lo previsto después de servirle como aperitivo unos tigres de bengala, así que tuve que imponerle un régimen a base de payasos, pero el maquillaje le sentaba fatal y los regurgitaba. Opté por darle de comer trapecistas, ricos en proteínas y cero en grasas. Una vez al mes le permitía un banquete de elefantes o rinocerontes, aunque los hipopótamos los tenía prohibidos en su tabla de calorías. Se le quedó un tipín tan fino que mudó de piel, me abandonó y se hizo actriz. Nunca pude domarla del todo. Ahora sólo se alimenta de ricachones, la muy víbora.
Autor: Manuel Sánchez Vicente
No hay comentarios:
Publicar un comentario