Acertó a ver su cara entre la multitud navideña que hormigueaba por allí. No le apetecía nada que le viera. Cambió su rumbo y el de su familia con una excusa tonta y se olvidó del asunto. Pero pasadas unas horas, volvió a distinguir su rostro entre la masa y se temió lo peor.
- Dios, ahora si me ha visto… No puedo disimular más.
Improvisó una sonrisa y palmeó la espalda de su viejo amigo. Qué curioso, se dio cuenta enseguida que a él le pasaba lo mismo.
Los dos viejos compañeros de celda en los tiempos de la resistencia, se avergonzaban de verse en el Centro Comercial.
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