Cuenta una leyenda que antaño los gitanos eran pájaros. Un día, en pleno vuelo sobre la tierra, vieron un palacio dorado brillando al sol y bajaron para verlo mejor. El palacio estaba habitado por pavos, gallinas y patos que, maravillados por la belleza de los gitanos-pájaros, empezaron a regalarles todo tipo de joyas y exquisiteces, suplicándoles que no se marcharan. Pronto los pájaros estaban cubiertos de cadenas de oro de pies a cabeza. Tan sólo un pájaro resistió a la tentación de tantas riquezas diciendo a los demás a que retomaran el vuelo. Pero nadie le escuchó. Entonces, con el corazón triste, se elevó en el aire y se lanzó a las piedras desde lo alto de los cielos. Solamente en ese momento los gitanos-pájaros despertaron de su tontuna y empezaron a batir las alas. Pero el oro los tiraba hacia abajo y no lograban despegar del suelo. Los pavos, las gallinas y los patos cantaron victoria. Mantendrían para siempre aquellos bellos pájaros encerrados en jaulas de oro. De repente, una pequeña pluma roja se deslizó hacia el interior del palacio y aterrizó a los pies de los pájaros. El oro se cayó de sus cuerpos, pero sus alas ya no les obedecían y no lograron nunca levantar vuelo. La pequeña pluma roja, suavemente llevada por el viento, salió del palacio y empezó a errar por los caminos polvorientos. Los gitanos la siguieron a la vez que iban perdiendo las suyas una por una, transformándose así en humanos. Con cuerpo de hombre y alma de pájaro, se olvidaron para siempre de cómo volar.
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