Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una persona tranquila. Pero aquel paciente gordo no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Tuviese la postura que tuviese, seguia y seguia hablando. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Decirle que no volviese más a consulta por eso? Hubiera tenido que renunciar a mis esquies nuevos o al fin de semana romantico en Cuenca. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta al acompañarle a la puerta: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí una bufanda del perchero en la boca para que callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
2 comentarios:
Deberías haber añadido...fusilado del libro, crímenes ejemplares de Max Aub.
Gostei muito desse post e seu blog é muito interessante, vou passar por aqui sempre. Um abraço.
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