Un día caminando por el campo, vi a un hombre bastante anciano, que estaba cavando un agujero.
Intrigado, me acerqué a él para preguntarle qué estaba haciendo.
"Siempre me gustaron las nueces" -me contestó-. "Hoy he comido las nueces más exquisitas de en mi vida, así que he pensado plantar una de ellas".
Me entristecí al pensar que ese pobre hombre, a tan avanzada edad, jamás llegaría a probar una de esas nueces.
"Disculpe, amigo", -le dije-. "Para que un nogal dé frutos deben pasar muchísimos años, y con la edad que tiene, es muy probable que cuando este arbolito de sus primeras nueces, usted ya no se encuentre entre nosotros. ¿No ha pensado que tal vez sería más provechoso para usted sembrar tomates, o melones o sandías, que le darán frutos que usted sí podrá saborear?".
El hombre me miró un instante en silencio, durante el cual, no supe como sentirme.
Tras unos segundos que me parecieron horas, finalmente -me contestó-:
"Toda mi vida he disfrutado de las nueces, cosechadas de árboles cuyos sembradores probablemente jamás llegaron a probar. Cuando de nueces se trata, no le corresponde a quien siembra el ver los frutos. Por eso, como yo pude comer nueces gracias a personas generosas que pensaron en mí al plantarlas, yo también planto hoy mi nogal, sin preocuparme de si veré o no sus frutos."
Intrigado, me acerqué a él para preguntarle qué estaba haciendo.
"Siempre me gustaron las nueces" -me contestó-. "Hoy he comido las nueces más exquisitas de en mi vida, así que he pensado plantar una de ellas".
Me entristecí al pensar que ese pobre hombre, a tan avanzada edad, jamás llegaría a probar una de esas nueces.
"Disculpe, amigo", -le dije-. "Para que un nogal dé frutos deben pasar muchísimos años, y con la edad que tiene, es muy probable que cuando este arbolito de sus primeras nueces, usted ya no se encuentre entre nosotros. ¿No ha pensado que tal vez sería más provechoso para usted sembrar tomates, o melones o sandías, que le darán frutos que usted sí podrá saborear?".
El hombre me miró un instante en silencio, durante el cual, no supe como sentirme.
Tras unos segundos que me parecieron horas, finalmente -me contestó-:
"Toda mi vida he disfrutado de las nueces, cosechadas de árboles cuyos sembradores probablemente jamás llegaron a probar. Cuando de nueces se trata, no le corresponde a quien siembra el ver los frutos. Por eso, como yo pude comer nueces gracias a personas generosas que pensaron en mí al plantarlas, yo también planto hoy mi nogal, sin preocuparme de si veré o no sus frutos."
1 comentario:
Otra versión de vuestra historia. Que la disfruteis.
"En un oasis escondido entre los mas lejanos paisajes del desierto, se encontraba un anciano de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.
Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio al viejo sudando cavando en la arena.
Tras saludarlo le preguntó como es que estaba trabajando con aqu´el calor
-Siembro -contesto el viejo.
-¿ Y que siembras aquí?
-Dátiles - le respondió mientras señalaba a su alrededor el palmar.
-¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerro los ojos como quien escucha la mayor estupidez comprensivamente-. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una taza de té.
- No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...
-Dime, : ¿cuantos años tienes?
-No se... setenta, ochenta, no se.. lo he olvidado... pero eso, que importa.
-Mira, amigo, los datileros tardan mas de cincuenta años en crecer y solo entonces están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojala vivas hasta los ciento un años, pero tu sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.
-Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.
-Me has dado una gran lección, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste.
-Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tu me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara y parecía cierto. Sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya recojo una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
-Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás mas importante que la primera.
Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.
-Y a veces pasa esto -siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas-Sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar ya coseche no solo una, sino dos veces. -Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte."
~ Anónimo ~
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