La esposa del rabino Iaakov vivía rebuscando motivos para discutir con su marido. Iaakov nunca respondía a las provocaciones.
Hasta que, durante una cena con unos amigos, el rabino terminó discutiendo ferozmente con su mujer, sorprendiendo a todos los comensales.
–Pero, ¿que ha ocurrido? –le preguntaron–. ¿Por qué no has seguido tu costumbre de no responder?
–Porque por fin me he dado cuenta de que lo que más irritaba a mi mujer era que me quedara en silencio. Actuando de esta manera, me estaba manteniendo distante de sus emociones.Mi reacción ha sido un acto de amor, y así he conseguido que entendiera que yo estaba escuchando sus palabras.
Recogido por Jorge Bucay.
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