Alzas el brazo, freno, abres la puerta trasera, tomas asiento, cierras, me indicas una dirección, Paseo de las Acacias, acciono el taxímetro, giro el cartel de LIBRE en verde a OCUPADO en rojo, acelero e iniciamos una conversación cualquiera. En el primer semáforo hablamos del tiempo, en el segundo de la crisis, en el tercero de la vida en general y en el cuarto de la tuya en particular. En el quinto semáforo llegan los secretos. Te confiesas:
- Tengo ganas de besar a otra mujer. Llevo casado 43 años y no conozco más besos que los de mi Juana. No quiero engañarla, nunca lo he hecho. Fue la primera mujer y siempre será la única. Pero sólo conozco sus besos, ninguno más. No sé a qué saben otros labios, o si hay otras formas distintas de besar. El mes que viene cumpliré 65. No quiero morirme sin haber probado el beso de otra mujer. Sólo uno. Nada más.
Llegamos a tu destino, me pagas lo que marca el taxímetro, abres la puerta, te bajas, cierras y te pierdes por la boca de un portal. Tu portal y el de Juana. Ella no conoce tus deseos. Sólo tú y yo. Sólo tú y un taxista cualquiera.
Daniel Diez
- Tengo ganas de besar a otra mujer. Llevo casado 43 años y no conozco más besos que los de mi Juana. No quiero engañarla, nunca lo he hecho. Fue la primera mujer y siempre será la única. Pero sólo conozco sus besos, ninguno más. No sé a qué saben otros labios, o si hay otras formas distintas de besar. El mes que viene cumpliré 65. No quiero morirme sin haber probado el beso de otra mujer. Sólo uno. Nada más.
Llegamos a tu destino, me pagas lo que marca el taxímetro, abres la puerta, te bajas, cierras y te pierdes por la boca de un portal. Tu portal y el de Juana. Ella no conoce tus deseos. Sólo tú y yo. Sólo tú y un taxista cualquiera.
Daniel Diez
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