Hoy todo había ido mal, o mejor dicho durante esta semana o quizá durante este mes lo negativo se había superpuesto a lo positivo de tal manera que no quedaban a la vista restos de lo segundo.
Necesitaba marcharme, coger aire, así que en el coche me acerqué a la playa. Era domingo y el reloj marcaba las 10 de la noche. Por suerte la marea estaba baja y una inmensa lengua de arena negra brillante se extendía a mis pies. Me descalcé y comencé a sentir la fresca arena. El agua estaba lejos pero al cabo de un tiempo comencé a chapotear en ella. Me había arremangado hasta las rodillas pero la quietud de la noche, las luces de los barcos sobre el agua, la línea de espuma blanca y sobre todo, el ruido de las olas, ejercían un poder hipnótico sobre mis sentidos. Algo me atraía a reunirme con el todo en el lugar donde nacían las olas y lentamente caminaba hacia esas aguas más profundas. Como una despedida comencé a llenar lentamente mis pulmones con la última bocanada, fría, profunda y asquerosamente con sabor a queroseno. En ese instante algo se rompió dentro de mí. Me di media vuelta y allí estaban las dos. La primera chimenea con ese fuego amarillo sucio y la otra, mas grande, con sus anillos de luces como si fuera la eterna desposada del progreso. Se había roto el hechizo y furioso me di media vuelta, y con los zapatos en la mano, decidido, me dirigí hacia las escalinatas bajo la bandera azul de la playa.
PETRONOR había vuelto a interferir en lo más íntimo. A la mierda PETRONOR. Mañana será lunes y hay motivos más que suficientes para ir a casa y en lo que queda del domingo seguir exigiendo a PETRONOR, desde este blog, que menos dividendos y más aire limpio.
Rafa
1 comentario:
¿Se puede reflejar de forma más bella semejante desaguisado?.... A lo mejor si, pero esta es buenísima.
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