“¿Es
que no tuviste bastante con la bronca de ayer?”. Él encuentra la reprimenda
entre las sábanas, la dobla palabra por palabra y se la traga. Debajo de la
cama ve un “Me las pagarás”. Lo ingiere, sin masticar. Abre el cajón de la
mesita de ella. Allí su esposa acumula los insultos que recibe. Los devora
empezando por los más hirientes. En la cocina, entre las sartenes saca otro
puñado de amenazas y se las come también. Engulle las pullas escondidas bajo
los muebles. Y, cuando ya se ha tragado todos sus reproches, llama arrepentido
a su mujer para implorarle que vuelva a casa.
Lorenzo Rubio
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