De corazón y científicamente, cada uno a su manera. A mamá la crisis la envió a casa con cincuenta años y para despistar a la depresión se entregó a la cocina. Ahora mide temperaturas y calcula nutrientes. Poco acostumbrada a ambigüedades, sustituyó pizcas por gramos y chorros por centilitros. Aprendió así a elaborar platos correctos pero sin alma. Papá, en cambio, es puro corazón; cada domingo explora maridajes imposibles y se saca de la manga sabores sorprendentes, mientras sueña con un golpe de suerte que devuelva a mamá al laboratorio y lo rescate a él de la rutina insípida de su oficina.
Nieves Torres
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