domingo, 20 de junio de 2010

Relato de hoy.

"Duramos apenas dos años, sin hijos, ni boda. Lo acabamos dejando por una serie de incompatibilidades, el sexo entre otras. A ella apenas nunca le apetecía. A mí, casi siempre. Yo me quedé con la casa en alquiler y ella con el coche ya pagado. Después del reparto nos perdimos el rastro. Ni siquiera llegué a saber dónde se había mudado o si continuaba trabajando en la misma oficina. No lo supe, al menos, hasta tres años después: Tras una cena de empresa varios compañeros decidimos acabar la noche en un burdel (al que nunca antes había ido); y, ¿a que no sabes a quién me encontré? Efectivamente, ahí estaba Filo, apoyada en la barra con unos cuantos kilos y ropa de menos y pintada como nunca antes la había visto. Al verme, se quedó pálida (y yo también, claro). Por fortuna ninguno de mis compañeros sabía que aquella puta era, en realidad, mi exmujer. Me acerqué a ella y nos pusimos a hablar. Según dijo, había perdido su trabajo y buscó otro hasta que se le acabó el paro. Entonces una amiga la animó para que se metiera en esto, y ahí estaba. Por supuesto, no era lo que ella quería, pero al menos ganaba mucho más que en cualquier otro sitio al que pudiera aspirar. 'Pero si tú siempre has sido muy poco... sexual', la dije. Ella me dijo que sólo era un trabajo. Que había tenido que romper muchos tabúes; que esto era algo más bien... mecánico. Nos tiramos más de dos horas hablando y tomando copas. Entonces me dijo que subiéramos a la habitación, que su madame se mosquearía si pasaba demasiado rato charlando con un cliente. Así que subimos a una habitación y, no me preguntes por qué, supongo que fueron las copas, la cercanía o los recuerdos... el caso es que la propuse acostarnos, pagando lo que tuviera por costumbre. Ella, al principio, se mostró reticente, pero luego accedió. Te juro que aquel fue el mejor polvo de mi vida. Filo se mostró más desinhibida que nunca. Cuando acabamos dejé unos billetes sobre la mesilla y me marché. Pero aquello no se acabó ahí. La experiencia me dejó tan asombrado que apenas tres días después regresé a aquel sitio y volví a contratar sus servicios, esta vez sin conversación previa. Me acerqué a ella y la pedí que subiéramos. Así, directamente. Y lo que empezó siendo una maldita casualidad del destino acabó en obsesión. Ya sólo quería acostarme con ella, y así un día, y otro, y otro... En fin, que he vuelto a enamorarme de Filo como un tonto, y ahora con mucha más intensidad que antes. Quiero decírselo, que deje el Club y vuelva a casa, conmigo; pero también tengo miedo a que, si acepta, acabemos perdiendo lo que ahora tenemos...

Daniel Diez

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