La abuela retiró los restos de flores secas y las sustituyó por otras, frescas. Pasó un cepillo de escoba sobre la lápida, para quitar la suciedad más gruesa, y luego terminó de limpiarla con un trapo mojado en agua y jabón.
"Date una vuelta por ahí, cariño -dijo de pronto- que yo tengo unas cosas que hablar con el abuelo."
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