El joven Ernesto, empuñando una pistola, se presentó en casa del hombre que le había arruinado: "No voy a matarle, don Braulio", dijo, "sino a suicidarme ante usted. Caiga mi sangre sobre su conciencia y lo que es peor, sobre su magnífica alfombra persa".
Don Braulio le disuadió: buenos consejos y una sugerencia: "Si desea quitarse la vida, ¿por qué no lo hace en casa del odioso Cortés?". Y le convenció con un cheque generoso. "Aunque no le conozca, la prensa buscará razones y arruinaremos su carrera". Pero el odioso Cortés le contrató para suicidarse en casa del pérfido Suárez, este le pagó para hacerlo en la de su enemigo Ramírez, y así sucesivamente.
Ernesto se retiró veinte sucidios después. "La bondad de los hombres me ha salvado", solía decir.
Miguel Garrido Pérez, Madrid
1 comentario:
Hola:
Muy buen blog, y este cuentoo hace tiempo que lo quería pero no sabia como buscar, y llegué aquí de casualidad !! jaja no es gracioso?
Bueno os felicito, y os comento que me tomé la libertad de enlazarte en mi humilde blog , para que otros también puedan llegar a ahí.
Besos KEY
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